viernes, 3 de febrero de 2012

RESEÑA DE "EL RECINTO DEL FUEGO", POR LUIS VEA GARCÍA


El escritor, poeta y crítico Luis Vea García, en un artículo titulado "Transición entre poemarios", donde reseña y analiza las claves de 3 libros de poesía, dedica estas hermosas líneas a mi libro El recinto del fuego. Palabras que agradezco en todo lo que valen y dejo aquí plasmadas.

Es el poemario de José Luis García Herrera(1964), El recinto del fuego, un poemario más reposado, no en vano el autor tiene en su haber más de una decena de libros. El presente fue premiado por el Ateneo Guipuzcoano en el año 2007 como ganador en el Premio Internacional de poesía erótica-amorosa. Es pues un libro que canta al amor y se centra en el amor erótico. El autor traza un itinerario amoroso que va a la par de un itinerario a través de puntos geográficos junto al mar. García Herrera los va recorriendo y vuelve a unos una y otra vez con denuedo, porque sabe encontrar el momento en el que la pasión se desbocó. Sus versos son versos llenos de palabras, a veces quizá excesivos, derramados. De una calidez que atrapa y desborda.
Porque el amor está concebido como un estallido de sentimientos, como las olas y el mar a los que alude continuamente a través de ese itinerario geográfico que es también un itinerario a recorrer en el cuerpo de una mujer. La reiteración de determinadas palabras da el tono del libro: sangre, besos, carne, olas, labios, torso, desnudez…
El verso de García Herrera es un verso muy cuidado. El autor selecciona las palabras y acaba embrujando con el derroche de melosidad que destilan sus versos. Y no sé por qué razón su poemario me ha llevado a recordar ese otro del gran Vicente Aleixandre titulado La destrucción o el amor.
El verso de José Luis García Herrera es también un verso rotundo que en algunos casos prodiga unos buenos cierres (p.25):
“Solitario me alejo hacia los muelles
donde algunos balandros zozobran y gimen
su largo abatimiento de caballos apresados.
Me alejo con los brazos abiertos sobre el aire,
me retiro sin volver la mirada”

Y también este magnífico verso final (p.27):
“Ser y ser en otro, dices y eternizas”

Versos sin rima con aroma clásico.

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