lunes, 18 de octubre de 2010

LAS LUCES NÓMADAS, de Esteban Martínez Serra

El pasado viernes, 15 de octubre, tuve la oportunidad de asistir a la presentación del libro Las luces nómadas de Esteban Martinez Serra, en la biblioteca Aigüestoses de Sant Andreu de la Barca.
El público asistente disfrutó de una gran tarde de poesía, pues la comunión entre poeta y público fue total. Hacía mucho tiempo que no veía a un poeta comunicar de forma tan cercana y directa con los oyentes. Y este hecho, mientras escuchábamos declamar sus poemas, no es nada extraño en un poeta como Esteban Martínez; su poesía va atrapando al público, partiendo de aspectos comunes, cotidianos, en los que todos nos vemos representados, para acabar con verdades como puños, con versos que convidan a la sorpresa y a la reflexión.
El libro fue presentado, de manera precisa, establenciendo recorridos y paradas en los aspectos más fundamentales del libro, por el poeta Josep Maria Ripoll, que -por aquella amistad con Esteban de más de veinte años- conjugó aspectos poéticos y humanos a través de su discurso.
Las luces nómadas se divide en tres partes: Fluorescencias, Claroscuros y Fulguraciones. En la primera parte prevalecen esos poemas que desean rescatar imágenes, objetos y luces de la infancia. En la segunda se acentúan los poemas escritos en su relación con la madre, enferma de Alzheimer, adentrándose en esa región donde la memoria y los recuerdos se diluyen a través del tiempo sin memoria y la pérdida de identidad respecto al mundo. Versos de gran calado que abordan el tema con un gran respeto. En la tercera parte el poeta, a través de la poesía, se reencuentra con las eternas ideas sobre la existencia que, a través de la nostalgia, siempre elevan preguntas que rara vez hayan caminos de regreso o de respuestas.
Os dejo con tres poemas que expresan, de manera muy certera, todo cuanto he dicho y todo lo que el libro expresa.

PECERA

Una gigantesca copa de vidrio
en un estante del mueble. Dentro,
dos pececillos como mermados
terrones de azúcar, aún no disueltos,
ingrávidos en un agua definitivamente
.....................................desanimada.
Acerco los ojos al cristal
y empieza a trasvasarse en ellos
ese fatalismo de los peces cautivos...

............................Ahora, treinta años después,
siguen los peces dentro de mis ojos,
languideciéndome.

TU MUERTE

He pensado en tu muerte
y un resquicio de luz
te ha iluminado el gesto.
¿Me has oído, madre, el pensamiento?
He pensado en tu muerte
como un paisaje conocido y feliz
aunque no sepa situarlo con exactitud.
Y yo te llevaba de la mano.

ELOGIO DE LA DESAPARICIÓN

Que de mí no quede piedra sobre piedra,
que no ocupe espacio en la memoria de nadie.
(¡Sólo pensarlo es ya una presunción
y una incomodidad para los otros!)
Que todo siga como hasta ahora: nada siendo nada
y la belleza, sí, una posibilidad irresoluble.
Una tentación para el vanidoso. Y está bien.

Esteban Martínez Serra