viernes, 28 de mayo de 2010

ÚLTIMA PUERTA DEL SILENCIO, de Juan Ruiz de Torres

He recibido hace unos días el libro de Juan Ruiz de Torres, Última puerta del silencio, publicado en la editorial Huerga & Fierro. He de reconocer que me ha sorprendido recibir este libro pues, hace unos años, recibí una plaquette suya comentándome que aquellos eran los últimos poemas que publicaba para, desde ese momento, dedicarse enteramente a la narrativa. Pero cuando uno lee la introducción al libro entiende, y reconoce, los motivos que han llevado al autor a publicar el que, sin duda, es su último libro y la puerta que cierra la palabra poética y abre los pasos al silencio.
Juan Ruiz de Torres es una persona de enormes inquietudes intelectuales. Por dicha razón ha llevado a cabo múltiples proyectos culturales (la Asociación Prometeo de Poesía ha sido el espacio donde ha aglutinado gran parte de ellas) y, esas mismas inquietudes, le han llevado a explorar diversos campos de la expresión poética. Cada libro suyo ha sido una nueva puesta, un giro, una meta, un compromiso con esa visión de ampliar horizontes. Ha cultivado todo tipo de formas métricas, desde la más clásicas hasta las más vanguardistas, ha ido desde la poesía visual a la poesía oriental y, en todas ellas, ha surgido airoso, renovado y esencial.
Este libro, Última puerta del silencio, cumple la misión de recoger aquellos poemas que, por diversas causas, por diferentes proyectos o motivos, quedaron inéditos. No por dicha condición -la de inéditos- poseen menor calidad. No es el caso. Son otras razones (de espacio, tiempo y pensamiento) las que relegaron estos poemas a esa condición. Y hoy, publicados junto a otros poemas que cumplimentan proyectos que quedaron inconclusos, aparecen finalmente reflejados en este volumen.
Es una decisión importante, creo, la de afirmar "este es mi último libro de poesía". Y quizá sea una decisión sabia. No lo sé. En cualquier caso, me parece digno de resaltar esa decisión de decir
"esto es todo lo que tenía que dar, hasta aquí he llegado". Un libro, sin duda, que cierra, de manera muy digna, con gran poesía, un ciclo vital ligado a la palabra poética. Un libro que muestra, desde diferentes ángulos, desde diferentes apuestas expresivas, la dilatada obra de este escritor madrileño.
Os dejo dos poemas del libro:

UN BESO EN LA PIAZZA SPAGNA

Miradlos. Sus cabellos se entrerraman,
se hacen una sus bocas, sus ensueños.
No hay mundo más allá de su nirvana
ni otro torrente que el de su deseo.

Miradlos. Qué rendida la caricia,
qué olvidados del arte de su Roma
-a nuestros pies en paz, medio dormida-,
qué ajenos al futuro y a la historia.

Un escalón azul: solo eso piden
para alzar su andadura. Y en ausencia
del ídolo propicio, lloran, ríen,
se funden en el pasmo de la entrega.

Miradlos, son reales. No esas cúpulas,
no esos lienzos, sin voz, descoloridos.
Muchachos, tierra fértil, pasión pura,
yedra inmortal. Señor, cómo os envidio.

A ROMPER

A romper,
a romper.

Tanto verso fallido.

Fotos.
Y diccionarios.
Ombligos.
Discursos, crucigramas.
Solo el instante único
se resuelve en poema.
El resto es vanidad,
tiempo al amor perdido.
A romper.
Incluso este manual.

Hay que salvar los bosques.

Juan Ruiz de Torres

lunes, 17 de mayo de 2010

LES PLACES D'ULISSES, de VICENÇ LLORCA


Bajo el título de Les Places d'Ulisses, el poeta catalán Vicenç Llorca ha reunido los ochos libros de poesía que ha publicado hasta la fecha. Editado por la editorial Omicron, esta poesía reunida mantiene los prólogos de todos los libros y, además, añade poemas inéditos que complementan y cierran el círculo de la obra publicada durante veinticinco años por Vicenç Llorca.
Los títulos que recoge el libro son: La Perdúa (1987), Places de Mans (III Premio Salvador Espriu para jóvenes poetas 1988), L'amic desert (XXIX Premi Ausiàs Marc 1991), Atles d'aigua (XXIV Premi Vicent Andrés Estellés 1995), Cel subtil (1999), Ciutats del vers (Premi Benvingut Oliver 2004), De les criatures més belles (2006) i L'últim nord (Premi Vicent Andrés Estellés de Burjassot 2007).
La obra poética de Vicenç Llorca es una obra sólida, consolidada, fiel a los planteamientos personales y filosóficos que despliega desde su primer libro. Es un poeta enamorado de las ciudades, especialmente de sus plazas, lugares donde se plasman toda la simbología del hombre y la creación de su arquitectura social. Su poesía parte de la reflexión, de ese punto en común entre arte y creación; de esa reflexión que acompaña al hombre que camina por las calles con el anhelo de aprehender toda la belleza que surge a su paso. Su voz poética entronca con el pensamiento humanístico de los clásicos europeos y forja, con elementos propios de la poesía simbolista, un paisaje interior que construye puentes de unión entre la realidad urbana que pisa y los elementos de la naturaleza (agua, árboles, cielo) que conforman el plano de su trayectoria vital. El agua es, sin duda, el elemento más esencial en la poesía de Llorca, pues es símbolo de vida, de origen hacia la nada desde la nada y toda la trascendencia que ello supone en ese breve espacio de mar y cielo abierto al que llamamos vida.
Una poesía que desprende serenidad, que recoge fragmentos de belleza, que busca la espiritualidad a través de la reflexión ante todo lo que nos rodea y nos hace hombres (conciencia de ser); razones que nos llevan hacia las costas del amor, del amor a quien nos ama y del amor a todo lo que amamos. Una trayectoria, siempre, entre el pasado y el presente, una conexión con la herencia recibida, un deseo de aportar un ápice de nuestra experiencia a la herencia de quienes continuarán caminando por las plazas de todas las ciudades.
De entre sus espléndidos poemas quisiera destacar A través dels panoremes, que pertenece a su libro De les criatures més belles. Os dejo la versión catalana, la original. Más abajo la acompaño con una traducción al castellano.
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A TRAVÉS DELS PANORAMES
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Pels asfalts dels deserts on la calor
és un cristall cremant sense fronteres;
pels arbres que teixeixen ulls de cel
ombrejant els camins secrets de Sintra.
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Pels ponts que ams els recursos de la mar
calmen la solitud de la badia;
entre l'aigua gaudida per la llum
sota el saltant de somnis del Niàgara.
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Fer qualsevol quilòmetre pel món
no ha estat guanyar en nosaltres llunyanies,
ni compatir l'anhel del temps fugit,
ni l'enyor que ens regala l'arribada...
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Tot haurà estat anar amb tu envers tu,
la seda de la ruta que ens abriga.
Així el paisatge acull un bell instant
i la vida esdevé el teu panorama.
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Vicenç Llorca
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A TRAVÉS DE LOS PANORAMAS
Por los asfaltos de los desiertos donde el calor/es un cristal ardiendo sin fronteras;/por los árboles que tejen ojos de cielo/sombreando los caminos secretos de Sintra.
Por los puentes que con los recursos del mar/calman la soledad de la bahía;/entre el agua disfrutada por la luz/bajo el salto de agua de sueños del Niágara.
Hacer cualquier kilómetro por el mundo/no ha sido para ganar en nosotros lejanías;/ni compartir el anhelo del tiempo huido/ni la añoranza que nos regala la llegada...
Todo habrá sido ir contigo hacia ti,/la seda de la ruta que nos abriga./Así el paisaje acoge un bello instante/y la vida se convierte en tu panorama.
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Traducción: José Luis García Herrera

martes, 11 de mayo de 2010

ANTE EL UMBRAL, de JOSÉ LUIS ZERÓN HUGUET

Hoy, martes, he recibido un libro del poeta oriolano José Luis Zerón Huguet. Son muchos años de amistad epístolar y telefónica (queda todavía pendiente un encuentro en Orihuela, en su ciudad, visitando la casa de Miguel Hernández) y muchos los años en los que he ido leyendo su poesía con admiración y profundo interés. Admiro a J. L. Zerón porque, después de todos estos años transcurridos, sigue fiel a su poética, a su manera de entender la vida y de concebir la poesía a través de esas vivencias. La suya es una carrera literaria sólida, sin fracturas, con una concepción muy clara de sus intereses poéticos. Fiel a ese entronque entre hombre y naturaleza, en esa fusión con el paisaje levantino que requiere ser respetado y vivido en la plenitud de quienes caminan a través de él para reencontrarse en el camino de la vida. Su poesía es paisaje -dentro y fuera- pero va más allá de la contemplación del paisaje. Zerón Huguet se inmiscuye, se hace barro, árbol, piedra... Se hace grito ante la injusticia de la especulación, del sufrimiento, del olvido... Su poesía pretende -y logra- ser un canto a la belleza efímera y, a través de la palabra que exalta la luz de todo lo que sucede de manera cíclica -la vida, mismamente- buscarle un sentido a la existencia. Su poesía busca la trascendencia, desea trascender. Pero no en un sentido de eternidad, si no, precisamente dotando de ese sentido eterno a un paisaje, a la naturaleza, siempre viva, siempre cambiante, en estado continuo de celebración.
José Luis Zerón es editor de la prestigiosa revista de literatura Empireuma y entre sus libros encontramos títulos tan reconocidos como Solumbre, Frondas (premio "Nicolás del Hierro") y El vuelo en la jaula que fue seleccionado para el premio de la Crítica en el año 2004.
De este libro quisiera destacar 2 poemas. El primero dedicado a un gran poeta almeriense, José Antonio Sáez; el segundo, dedicado a un servidor. Gesto que, desde aquí y con toda la amistad que ello conlleva, agradezco públicamente a este gran poeta, y tocayo.

A José Antonio Sáez

Cuando el silencio se hace camino
y un dulce vértigo de lontananza
nos arrastra a encender la noche
apenas sabemos quiénes somos;
la memoria no es más que un rescoldo
en el desierto de la mirada.

En la soledad del paraíso
todo es espejismo.

Abiertos a la embriaguez de las cosas
somos un asombro prolongado.

A José Luis García Herrera

Escucho el rumor de la savia
en los jardines de la tarde
cuando todas las fronteras hablan
el lenguaje de la caducidad.
En los caminos de la claudicación
el viento arrastra sonoros coágulos de luz.
Tiemblo con la última palabra,
signo inútil de apertura,
y establezco alianzas con esta luz zodiacal
que me descubre el sentido oculto
de lo que es tan sencillo.

José Luis zerón Huguet

viernes, 7 de mayo de 2010

EL CEREZO, poema de KIRMEN URIBE

Ayer por la mañana, por aquellas coincidencias y por motivos de trabajo, me encontré con dos horas libres para pasear y perderme por el centro de Bilbao. Así pues, un taxi me dejó enfrente del museo Guggenheim, al cual le di una vuelta de 360 grados y pude admirar su sorprendente arquitectura. Desde allí, y por la alameda Recalde, pasé por la plaza de Federico Moyúa y seguí por la Gran Vía, disfrutando de los bellos edificios que iban apareciendo a mi paso. En mi recorrido pasé por delante de La Casa del libro y entré para ver si encontraba algún libro interesante de un poeta vasco. Y sí, lo encontré. Mientras tanto cógeme la mano (Bitartean heldu eskutik) del poeta Kirmen Uribe (Ondarroa, 1970). Con el libro bajo el brazo continué mi paseo hasta el Casco Viejo y la plaza Nueva donde, en Casa Víctor Montes, tomé unos excelentes pinchos y unas copas de un Rioja exquisito. Allí, en un rincón de la estrecha barra, abrí el libro de Kirmen (este libro fue Premio Nacional de la Crítica) y leí, ajeno al ruido propio del local, varios de los poemas. Poemas, todos ellos, que despliegan, por encima de todo, una voz personalísima, una manera de afrontar el poema novedosa, atrayente. Con un estilo directo que envuelve al lector, que lo hace partícipe, que lo acerca a la génesis del poema. Y desde temas o puntos de vista, desde paisajes e historias que lo circunscriben a una manera de sentir de sus raíces vascas, su poesía es universal en cuanto a los temas, en cuanto a los postulados, en cuanto al lenguaje y su modernidad. Fue todo un descubrimiento que se sumó, sin duda, a todo el paisaje urbano de Bilbao. Traigo a este post el poema El Cerezo. Es un poema que me gusta por cómo el tema de la muerte va adquiriendo trascendencia y, sobre todo, por ese final que posee una enorme fuerza expresiva (tanto en lo que dice, como en lo mucho que no dice).

EL CEREZO

Ha muerto el cerezo de casa,
el que veíamos en flor desde la ventana,
¿te acuerdas?
Tan frágil frente a ese mar inmenso.

El cerezo es un árbol delicado.
Me lo decía mi tío, ya sabes,
el que nos enseñaba dónde hacían sus nidos
las golondrinas.
El cerezo no suele vivir
más allá de veinticinco años.

El perro de casa también ha muerto.
Bueno, lo mató el veterinario con una inyección.
Enloqueció de la noche a la mañana.
Al principio no quería salir de la caseta.
Luego empezó a matar ovejas y a morder a los de casa.

Murieron poco después de que murieras tú.

Kirmen Uribe