martes, 17 de enero de 2012

PRESENTACIÓN DE LA ANTOLOGÍA "TARDES DEL LABERINTO"



La tertulia del Laberinto de Ariadna os invita a la presentación de la Antología "Tardes del Laberinto" que recoge poemas y microrrelatos de más de 50 de sus miembros. El acto tendrá lugar el día 26 de Enero, jueves, a partir de las 19:30 en la sala poética del Horiginal, calle Ferlandina 29, Barcelona (junto al MACBA). Recitarán bastantes de los antologados, entre ellos yo mismo.
A la presentación se le ha denominado "Fiesta de la poesía". Y lo que se pretende es eso, que sea una fiesta de la palabra -que no es poco- desde diferentes aspectos, formas y visiones/versiones.
Con la esperanza de reencontrarme con muchos -y buenos- amigos, os dejo uno de mis poemas que aparecen en la antología.

Horas de papel

Vas juntando memoria a las palabras. Vas creando
al hombre que ya no está en ti: que vive en ti
pero con otra sombra, con otra mirada, con otra voz.
Ese hombre que recita en la sala en penumbra,
con los ojos cerrados, con los pies en aquella plaza
donde el sol del invierno defendía el rumor de los sueños.
Hoy caminas desde la memoria. Desde aquellos versos
que guardas en viejas carpetas azules, muy juntos,
reuniendo cada pedazo de ti, cada jirón de esa vida
que tan sólo existe en esas páginas, en esa memoria
que transforma la sangre en versos y las lágrimas
en horas de papel y voces en el alma.
Cada día es más larga la mirada. Cada día
más palabras se pegan a tu piel y escriben
la memoria de ese hombre que siempre va contigo.


del libro Las huellas del viento


José Luis García Herrera

jueves, 12 de enero de 2012

SOBRE LA OBRA DE JOSÉ LUIS ZERÓN HUGUET


Son muchos, pero nunca serán demasiados, los años de amistad que me unen al poeta oriolano José Luis Zerón Huguet. Su poesía me deslumbró por aquellos años olímpicos del 92 y me acompañó en la aventura de la antología Los Nuevos poetas. Es un poeta que, más allá de la amistad que le profeso, recomiendo leer encarecidamente.
Aquí os dejo una reseña que sobre su obra poética ha realizado, con gran acierto crítico y de análisis, Manuel García Pérez. Yo suscribo sus palabras. Con la esperanza de que este texto os animará a leer la poesía de mi buen amigo.

Poética en torno a la obra de José Luis Zerón. El éxtasis en los escombros.


Manuel García Pérez



La presencia de un autor como José Luis Zerón Huguet dentro de las poéticas de nuestro país, a lo largo de estas dos últimas décadas, supone la constatación de una pulsión constantemente renovadora, con influencias heterodoxas que abarcan desde la mística de pensamientos filosóficos y religiosos hasta la renovación poética postromántica de Trakl.
Me ha reconocido el propio creador en más de una ocasión, durante largas conversaciones, desde que me involucrara en La Lucerna y en Empireuma, que la escritura adolece de esa satisfacción plena que presupone expresar lo que uno quiere para describir con suma precisión los procesos que incurren en el mundo. La escritura se comprime, adquiere escasas significancias ante la complejidad del mundo cuando las palabras intentan confluir en ese hostigador proceso de mímesis y superación de la mímesis de todo lo que percibimos. Por tanto, los poemas de Solumbre (1993) o Frondas (1999) surgen de esa frustración continua de soportar la gravedad de la realidad, su desbordamiento, frente a una escritura que continuamente desafía los límites de la significación, que escruta el mundo desde el barroquismo para contener esa imposición sensorial, extensa e indómita, que claudica en el propio paisaje donde también se ha iniciado.


Por esta razón, el simbolismo ha sido una constante expresiva en la estética poética de José Luis Zerón, que vislumbramos además en Ante el umbral (2009), un poemario de madurez que supone un punto de inflexión en la trayectoria del autor, seguramente tan importante en su carácter literario como en su pulsión vital. Porque los versos de Ante el umbral toman conciencia de la devastación, de la abrasión y de la implosión de la materia como una forma vivificadora de comprender la propia vida, con sus luces y con sus sombras. El poeta ha aceptado la inutilidad de la escritura y el hermetismo de obras anteriores, sugestivo y polisémico, se traduce ahora en unas imágenes más acordes con la exactitud de los referentes y lo que simbolizan; la consolidación de una subordinación mística y mixtificadora entre mundo y palabra, entre accidente y adjetivo, entre el objeto y la sustancia de los nombres.
A diferencia de unas tendencias marcadas desde finales de los ochenta, tras los postnovísimos, la poesía española se ha debatido en un nominalismo que ha dividido a los autores, movidos por intereses políticos en muchas de las ocasiones, sin percatarse de la pérdida paulatina de lectores: el ejercicio poético es desafortunado e inclemente, y está más cerca de la transgresión y del libertinaje que de una pose ideológica ante el mundo. La militancia poética de Zerón ha estado al margen de esas corrientes y su poesía ha configurado, en estos años, un imaginario propio, diferente a esas tendencias que dominaron los noventa, con unos símbolos perennes y con un lenguaje salmódico que rechaza la afectación y el yo, como se pudo comprobar en su visionario conjunto de poemas de El vuelo en la jaula (2004), anterior a Ante el umbral.


Después de un trabajo arduo de depuración formal, se logra una descripción metafórica del paisaje de nuestro entorno, pero con otra amplitud semántica; lejos del sobrecogimiento de lo que irradia el mundo, el existencialismo arraiga en estos versos como una necesidad reflexiva de un poeta que indaga en la noche, en la pudrición del vergel, en los márgenes de las charcas y en los efectos lumínicos del crepúsculo, no desde una perspectiva metafórica solamente, sino como confirmación de que la sustancia del paisaje, su intemporalidad, donde conviven la muerte y la vida constantemente, nos sobrevive, nos asombra y también nos fagocita; y en ese reconocimiento radica la autenticidad.
Vuelvo a releer algunos de los versos de Ante el umbral e intuyo esa latencia destructiva que el poeta ha experimentado para crear un discurso literario que concentra su técnica en el arraigo de un mundo propio, sin ambages, donde el paisaje, su paisaje, es una estructura del lenguaje. A partir de El vuelo en la jaula o Ante el umbral no tiene sentido analizar la poesía de Zerón desde forma y contenido. Su poesía tiene resonancias de un paisaje literario único porque es el mundo que ha elaborado el creador acatando la limitación de los significados y explorando, con cada uno de sus anteriores poemarios, la eficacia de sus símbolos; ya no hay intentos de recrear a través del lenguaje lo que percibe, sino que sus poemas, en Ante el umbral, ya son continuas resonancias de sus versos, de sus poemas, de su progresión estética desde que lo conociera hace veinte años. Zerón remite a su mundo literario y su literatura se proyecta hacia una ya concebida y otra que habrá de emerger. Esa investigación de su ritmo versátil, de su cadencia, rotunda como su antítesis, es inherente a las razones caóticas que permiten la existencia de todo lo que vive. De hecho, su poesía vive por razones caóticas que, con pasión enfermiza, el flujo del tiempo le ha permitido escribir por suerte para nosotros.