miércoles, 6 de noviembre de 2013

PREMIO "GERMÁN GAUDISA" DE POESÍA, EN CHIVA

El pasado día 25 de octubre, en la localidad valenciana de Chiva, recibí el XXIII Premio "Germán Gaudisa" de poesía, dentro del marco de los Premios Otoño Villa de Chiva. Recibí el premio por mi libro El lento abandono de la luz en la sombra. Allí tuve la fortuna de conocer al gestor cultural, Francesc González, una persona volcada en el mundo de la cultura y apasionada en su labor de divulgación. También coincidí con dos miembros del jurado que, además de personas entrañables, son poetas de reconocido prestigio. Ellos son: Blas Muñoz Pizarro y Emilio Tadeo Blanco.

(Emilio Tadeo, José Luis García Herrera y Blas Muñoz)
Fue un placer enorme poder asistir al acto de la entrega de premios y poder agradecer personalmente la concesión de este premio. La sala estaba llena y había gente de pie. Siempre es muy agradable sentirse felizmente acompañado y dirigir unas palabras a unas personas que han acudido a conocer y saludar a los ganadores de esta edición.

(José Luis García Herrera, dirigiéndose al público)
Fue un acto donde, además del premio de poesía, se entregaron premios de Fotografía y de Escultura. La ganadora del premio de escultura fue Nerea Martínez Junquero, con su trabajo Yanne Ti Gometti, una hermosa escultura de una niña pensativa. Una auténtica obra de arte en todos los sentidos. Tanto en lo estético como en la manera en que fue confeccionada. Después del acto de entrega de los premios se inauguró la exposición de las esculturas presentadas a los premios.
(José Luis García Herrera y Nerea Martínez Junquero)

Aquí os dejo el poema que leí durante el acto de la entrega de premios y que pertenece al libro El lento abandono de la luz en la sombra que será publicado por la editorial Denes de Valencia.

SOBRE EL PÁRAMO AGRESTE

Escribo para no morir. Ese es mi oficio.
Unir palabras sobre una estepa blanca
donde no caben las mentiras y la verdad duele
aunque cure todas las heridas que no he visto.
Hablo contra el viento para escuchar
todo lo que he escrito antes de que el día
fallezca entre las fauces de la noche.
Son palabras que queman en la piel
los días vividos en el majal de la rutina,
en el apeadero de los sueños rotos
y en la cantina de las promesas incumplidas.
En los amaneceres de la nada escribo
para no morir, para saberme hombre
entre las calles que nadie recorre
llamándome con la voz de los milagros.
Escribo para quien, un día, quizá lejano,
encuentre entre mis versos un ápice de esa vida
que he ido dejando -gotas de sangre o tinta-
sobre el páramo agreste de todos mis silencios.

martes, 24 de septiembre de 2013

TERRITORIO PARA EL FUEGO, de Javier García Cellino

Tuve la oportunidad, y el placer, de conocer a Javier García Cellino en mi viaje a Langreo para recoger el premio de poesía "Mujeres silenciadas-Argentina Rubiera". Tuve la inmensa fortuna de disfrutar de su interesante charla, de su agudeza crítica, de su visión poética y de su hospitalidad. Como muy bien decíamos los dos (y estábamos plenamente de acuerdo) una parte muy importante de un premio reside en las personas que conoces durante el viaje y la estancia, en las vivencias que compartes y en las nuevas amistades con las que regresas. Javier es ya un amigo, una pieza entrañable en este rompecabezas que es el mundo y nuestro tránsito. Compartimos vino, amistad y poesía. Todo junto y en proporciones justas.

(Javier García Cellino)

Javier tuvo la gentileza de regalarme un par de libros suyos: Sonata para un abecedario y Territorio para el fuego, del que os voy a hablar a continuación. Javier me comentó que, en la actualidad, es con la poesía de este libro con la que se siente más afín, más identificado, más en consonancia con su visión de la vida y la manera de volcarla en un poema. Después de varias lecturas, he de reconocer que es un libro que impacta por la fuerza de sus imágenes, por la determinación sin imposturas de muchos de sus versos. Poesía esencial, poesía donde nada sobra y, sinceramente creo, nada falta. Si entendemos el fuego como elemento arrasador, que todo lo devora, podríamos acercarnos a la idea de que este territorio para el fuego, es una zona que, tras su paso, tras su reinado, terminará en cenizas. Quizá, así lo entiendo, es también una metáfora hacia ese final de camino que todo vivir, que toda vida, asume y, a su pesar, alcanza. Por esa razón, me atrevo afirmar, por la capacidad de sabiduría que da la vida, que Javier escribe los poemas con la perfección de quien conoce el territorio por el que se mueve y avanza. La noche, la lluvia, la sombra, los recuerdos, la desolación, el amor, el tiempo... son parte de ese paisaje que crece en el páramo de los poemas. Porque la sobriedad, la desnudez, el rigor, son patrimonio de esta visión certera y clarividente del poeta. Hay un trabajo enorme de elaboración del poema, de contención, de análisis. En ocasiones las palabras cierran los poemas con aristas afiladas. El poema cae sobre los ojos como un cuchillo que saja las tinieblas para que veamos la luz, para que seamos espectadores de ese fuego que devora todo cuanto fuimos, de ese lugar donde nos vela muerte y ya no estamos. Somos dueños de nada y, por contra, todo nos pertenece a través de las palabras.
Os dejo con el poema que da título al libro, Territorio para el fuego:

TERRITORIO PARA EL FUEGO

Cuando la sangre del poeta
se extingue, aparece la palabra.

Su forma es tan antigua
como el limo o la ceniza,
pero a la vez es piedra fundamental
porque ordena la materia,
fortalece la bóveda de los sueños,
hace perseverar la lámpara
de los enamorados.

Diáspora de la luz
la palabra permanece así junto al cuchillo
y su última debilidad,
el fuego.

jueves, 1 de agosto de 2013

PREMIO DE POESÍA JOAQUÍN LOBATO (4ª etapa de un viaje)

Al mediodía del domingo 21 de julio llegué a Málaga, a la zona de Pedregalejo, donde me esperaba el poeta Víctor M. Pérez Bénitez. Víctor es un poeta malagueño, nacido en Motril. Es una persona con múltiples inquietudes culturales, amante de la buena literatura, la pintura, la música y la buena mesa. En breve publicará su primer libro, que se titulará Diverso y que, dentro de su diversidad, mostrará la obra de un escritor que busca siempre, en cada (di)verso, una faceta de la condición humana. Víctor me entregó varios libros y plaquettes. De entre ellos, uno que aprecio en todo lo que supone, entre humano y poético: el libro Homenaje a Jorge Guillén, editado en el año 1983 por el Ayto. de Málaga y que recoge poemas de poetas espléndidos, excepcionales. Víctor me enseñó la playa de Pedregalejo, los rincones por donde suele pasear temprano -cuando las huestes del turismo aún no han invadido cada palmo de playa-, los baños del Carmen -que piden a gritos que alguien los recupere del abandono y aquel espigón donde toma un café y busca, como el buceador, bocanadas de oxígeno y de inspiración. Comimos, como corresponde, en uno de los restaurantes del paseo, frente al mar. Pescaíto frito, almejas, calamaritos y unas copas de vino blanco bien fresquito. Mantuvimos una tertulia muy agradable, charlando de lo divino, de lo humano y de la belleza (en general y en particular). Fue un auténtico placer, en aquel rincón de la bella Málaga, hablar de poesía, y hablar de Salvador Espriu y su libro La pell de brau (La piel de toro). En aquel recorrido por una zona tan malagueña como la playa de Pedregalejo, y uscando un alto donde recuperar fuerza, dimos a parar a una de las heladerías más antiguas y renombradas de Málaga, la heladería Lauri. Allí nos tomamos un batido de crema tostá que sería capaz de resucitar a un muerto. Una jornada inolvidable para un fin de semana más inolvidable aún, que permanecerá, por siempre, cosido a las solapas del corazón.
(Víctor M. Pérez Benitez y José Luis García Herrera en la heladería Lauri)

lunes, 29 de julio de 2013

PREMIO DE POESÍA JOAQUÍN LOBATO (3ª etapa de un viaje)

Amaneció radiante el domingo 21 de julio. Lucía el sol en un extremo del cielo y el día invitaba a descubrir bellos rincones de la Axarquía. Después de unas buenas tostadas con mantequilla me dispuse a recorrer caminos ignotos hasta llegar a la bella población de Comares, lugar privilegiado y de privilegios. Así que, de Vélez Málaga partí hacia Benamocarra, y de allí a Iznate. No era el camino para llegar a mi destino final, pero quería ver aquellos pueblos cercanos a Vélez. Después de unas visitas breves, pero suficiente para hacerme una composición de lugar, me dirigí hacia Benamargosa para, pasado este pueblo, iniciar las duras rampas hacia el cerro donde aposenta sus reales la villa de Comares. Una carretera de pronunciadas curvas y de pendientes rotundas. Alcanzar lo hermoso requiere esfuerzo, y allí se reafirma. Pero una vez alcanzada la cima, una vez introducido entre las callejas blancas, con ventanas floreadas, con rincones que invitan a la ensoñación... compruebas el sabor de lo auténtico, de esas pequeñas poblaciones donde el tiempo, todavía, se detiene a contemplar los caminos de antaño, las costumbres ancestrales.

Comares
Fue allí, en la plaza de Comares, frente a esta puerta de entrada al laberinto de calles y de esquinas, donde leí algunos de los poemas del libro de Joaquín Lobato, Portafolio de Roma, que con enorme gentileza me habían regalado la noche anterior en el Palacio de Beniel, después de la entrega del premio. Os dejo, con el sabor cálido de aquella mañana en Comares, este poema del ilustre poeta veleño:

Recurriré a mi ángel de la guarda clandestino
porque tengo las plantas de los pies casi abiertas
por culpa de las gastadas suelas de mis sandalias
y de los durísimos adoquines de las calzadas.
Y me siento a descansar apoyado en las barandas
mientras en el cielo se combina un rosa malva
y las luces de la ciudad encienden su armonía
cuando los gatos nocturnos pasean su nocturnidad
y ejercen su atractivo de bohemia y libertad.

Joaquín Lobato

martes, 23 de julio de 2013

PREMIO DE POESÍA JOAQUÍN LOBATO (2ª etapa de un viaje)

El acto de entrega de los premios Joaquín Lobato 2013 tuvo lugar en el Palacio de Beniel, en un hermoso edificio que recoge una sala dedicada a la figura del poeta Joaquín Lobato y otra sala dedicada a María Zambrano. Antes de llegar al palacio, y muy cerca del ayuntamiento, hay una estatua dedicada al poeta veleño. Una estatua que le representa de una manera muy jovial y que refleja muy bien, según me comentaron en un momento de la velada, el espíritu dinámico y jubiloso del poeta.

(Estatua de Joaquín Lobato)


En el transcurso del acto fueron leídos los nombres de los cuatro ganadores del premio. Dos a nivel local, de la comarca de la Axarquía, y dos a nivel nacional. Los ganadores fuimos: Ismael Minguet, en relato local, y Beatriz Serón, en el apartado local de poesía. El premio de narrativa a nivel nacional fue para la malagueña Lola Clavero y para mí fue el premio nacional de poesía. Cada uno de los premiados tuvo palabras de agradecimiento, habló sobre su obra y leyó algunos poemas o breves fragmentos de sus obras.


(los ganadores de los premios con las autoridades y algunos de los miembros del jurado)
Mis palabras fueron de agradecimiento al ayuntamiento por seguir apostando por el premio y la figura de Joaquín Lobato, a los miembros del jurado, a las personas que nos acompañaron y a mis amigos motrileños que, con su presencia, me dieron ánimo, apoyo y amistad sincera. Hablé sucintamente de mi libro, titulado La luz del frío, y leí un par de poemas para reafirmar, o confirmar, todo lo dicho.



(José Luis García Herrera)

Después de la entrega de premios, disfrutamos de un espléndido cocktail en el patio del Palacio de Beniel. Allí pudimos disfrutar de la magnífica noche veleña, de las felicitaciones y de una entrañable tertulia, pude hablar con Francisco Ruiz Noguera, un poeta que admiro y que era miembro del jurado, charlar con miembros de la organización y con personas vinculadas a la Asociación Amigos de Joaquín Lobato, que me invitaron a cerrar la noche tomando un espectacular vino de Almachar en una terraza junto a las murallas de Vélez Málaga.

(Con los compañeros de la Asociación Amigos de Joaquín Lobato)

lunes, 22 de julio de 2013

PREMIO DE POESÍA JOAQUÍN LOBATO (1 etapa de un viaje)

   Este pasado 20 de julio, muy temprano, emprendía viaje aéreo hacia Málaga, más concretamente a Vélez Málaga. Recibí una llamada telefónica el día 10 de julio comunicándome que había resultado ganador del premio de poesía "Joaquín Lobato". Así que, el motivo del viaje era, principalmente, para recoger el premio, uno de los premios más prestigiosos que se convoca en la provincia de Málaga y, también, por trayectoria y nómina de ganadores, de Andalucía.
   A mediodía, bajo un sol radiante y un cielo azul que presagiaba un día espléndido, llegué a Vélez Málaga. Pero antes, por el camino, recibí una sorpresa muy agradable: la llamada telefónica del poeta y amigo Jesús Cabezas Jiménez, quien me decía que, a las seis y media de la tarde, nos encontraríamos en un marco privilegiado como lo es el Parador Nacional de Nerja. Así que allí, frente al mar, sobre un farallón que ofrece un paisaje ensoñador y envidiable, tuve la fortuna de reencontrarme con los poeta motrileños Jesús Cabezas, Mercedes Ruiz y José Alberto Romero.
   Hablamos, principalmente de poesía, de la poesía que nos hermana, de la poesía que se escribe en Motril, de ese nuevo resurgir de actos poéticos en actos y marcos entrañables como el teatro Calderón y los rincones que rodean la iglesia de la Encarnación. Compartí con ellos vida y palabra. Y amistad. Un ráfaga cálida de una amistad honda y sonora. Viví unos momentos previos a la entrega del premio inolvidables. Nerja ya quedará, por siempre, ligada a aquellos horas de agradable tertulia, de comunicación y conocimiento, de anécdotas vitales que permanecerán por siempre en el arcón carmesí del corazón.


(De izda. a dcha., Jesús Cabezas, José Luis García Herrera, Mercedes Ruiz y José Alberto Romero)


sábado, 29 de junio de 2013

UNA QUASI POÉTICA

Hace unos años, en el 2007, me solicitaron una poética para una revista. Escribí, en aquel entonces, la poética que os muestro a continuación. Navegando por los mares de internet he vuelto a toparme con ella. La he leído y, pese al tiempo transcurrido (quizá no mucho, quizá demasiado) continúo siendo fiel a lo que escribí en aquella ocasión. Nunca he sido muy amigo de poéticas -y más de la poesía, de lo que quedó escrito, leí e interpreté-, ni tampoco he creído demasiado en la teorías. Pero, en fin, esta es la reflexión que hice en su momento y considero que aún, todavía, es válida.


UNA QUASI POÉTICA

Un día, una tarde de verano, hará unos veinte años, cayó en mis manos un ejemplar del libro Historia del corazón, de Vicente Aleixandre. Descubrí entonces (lo que considero) la verdadera poesía, o la poesía como un ferviente cántico a nuestra condición humana (y por tanto afectiva), a nuestra calidad terrena (y mortal, a nuestro pesar), a la solidaridad con uno mismo y con los demás (especialmente con los demás) que nos ayuda no sólo a comprendernos —a comprender nuestra circunstancia vital— sino a formar parte de esta historia temporal que nos ha tocado vivir. La poesía trasciende (o debiera) a la anécdota y a la estética, supera (o debiera) toda trinchera de egoísmo y reivindica, desde el plano personal, la pluralidad. A través de una visión particular, sí, pero con afán de revelar los sentimientos profundos del ser humano e injertarlos en la sensibilidad de los demás, de todos aquellos que se acercan —o no— a la reflexión interior que ofrece el poema. El poema debe (y se le exige) rebasar las barreras del tiempo —siendo fiel a su época— y mantener un trasfondo vivo y vibrante que roce y despierte la fibra sensible —la humanidad, la conciencia— de quien lo lea, no importa dónde y cuándo.

No sé si el poema nos encuentra o lo buscamos. El poeta se enfrenta al papel con la necesidad de volcarse, con la fuerza y la entrega de una lucha, con el sufrimiento de quien nace y muere a un tiempo. Una lucha que no siempre encuentra su victoria. Y cuando ésta se produce, siempre nos queda la duda de si el poema nos encontró o le dimos alcance.

Hace un tiempo escribí estos versos que concentran en sí, creo, con ajustada precisión lo que considero, hasta la fecha de hoy, una “quasi” poética:

“El papel reclama el salitre de tus poemas, la contienda
que emprendes con las derrotas aprendidas, cómplice
de esta noria de los sentidos, sed de vida
que deshaces en tinta china hasta atragantarte.”

                                        (José Luis García Herrera en Sant Andreu de la Barca)

lunes, 27 de mayo de 2013

EL FRUTAL DEL ADIÓS, de Guillem Vallejo


Este próximo miércoles 29, en el Ateneu Barcelonès, presentaré el libro El frutal del adiós (Parnass ediciones), del amigo y poeta, o viceversa, Guillem Vallejo. Este es un libro que, aunque escrito por Guillem, también es parte de mi biografía sentimental, pues hay en él varias cosas que nos unen y nos unen en el tiempo, a través del tiempo, y a pesar del tiempo. Es un libro en el que Guillem trabajaba en las fechas en las que presentamos la antología Los nuevos poetas (seuBa 1994) y para la cual pudimos contar con la presencia y el respaldo entusiasta y desinteresado de dos grandes poetas: Ángel Crespo y José Corredor-Matheos. Es un libro, el de Guillem, que ha ido madurando y ampliándose como el buen vino; un libro que aparece cuando el autor, como el ave que aparece en la portada, siente la necesidad de liberarse de él, de publicarlo, de cerrar el círculo definitivamente. Es un libro muy cercano a mí, muy próximo. Recuerdo cuando nos reuníamos un pequeño grupo de poetas con muchas ganas y mucha inexperiencia y hablábamos de nuestros libros, de nuestros proyectos. En aquellos años, a mediados de los noventa, este libro era el gran proyecto de Vallejo, del que hablaba con énfasis y entusiasmo. Durante estos años, en diversos recitales, nos ha ido entregando alguno de estos poemas, hemos disfrutado de su belleza y de su profunda reflexión sobre la vida. Espero, este miércoles próximo, saber plasmar una pequeña idea de la belleza de este libro. Si lo consigo, me consideraré satisfecho. Os dejo uno de los poemas antológicos del libro, quizá uno de los más conocidos, un poema que siempre me deja una sonrisa en los labios:

UN NIÑO PELEA FRUTA,
marea la merienda,
combate a mano armada
la piel con el cuchillo.
Pela la fruta dirán,
y se equivocan.
Crecer es siempre una guerra
a muerte con el cuerpo.
Hay que quitarle la piel
a la amarga memoria,
rescatar su dulzor a fuerza
de lides de ternura.
El hueso es la constancia
de que existió esa lucha.

martes, 9 de abril de 2013

EN CAMBRILS, ÉRASE UNA VEZ...

... que, con la compañia del poeta Carlos Vitale, hicimos un alto en la carretera para comer y charlar con los grandes poetas Ramón García Mateos y Juan López-Carrillo. El motivo del viaje era la presentación, en Benicarló, de mi libro "Las huellas en el laberinto", con el que había obtenido el premio de poesía "Ciudad de Benicarló" un año antes. Carlos Vitale era el encargado, con sus sabias palabras y su amistad, de presentar mi libro en sociedad. Este encuentro ocurrió en Cambrils, en el restaurante "Duomo", un 16 de febrero de 2008. Ha llovido algo, pero tampoco demasiado. Son, ellos, mis amigos, 3 excelentes poetas. De Carlos Vitale siempre recomiendo leer su libro "Unidad de lugar", publicado por Candaya. En ese libro se concentra la mejor y exquisita poesía de Carlos. De Juan López-Carrillo, también publicado en Candaya, "Los muertos no van al cine", título que, de por sí, ya da una idea del particular mundo (y sorprendente) de este poeta. De Ramón García Mateos, quizá porque lo tengo dedicado, destacaría el libro "Morfina en el corazón". Tres grandes poetas, tres voces singulares. La comida transcurrió de manera excelsa, como debe ser. Con buena conversación (se habló poco de poesía, como corresponde, y mucho de mujeres), buen vino y copa final para redondear la buena sintonía de la reunión. Un día inolvidable y marcado con un círculo rojo en el corazón.

(de izda.a dcha: Ramón García Mateos, José Luis García Herrera, Carlos Vitale y Juan López-Carrillo)

domingo, 17 de marzo de 2013

XX PREMIO DE POESÍA PEÑARANDA DE BRACAMONTE

El pasado sábado 16 de marzo, en el Teatro Calderón de Peñaranda de Bracamonte, dentro del marco del Pregón de Semana Santa y Acto de Entrega de Premios de Poesía, tuve el honor y la fortuna de recibir, de manos del Sr. Moisés Pérez. Presidente de la Hermandad de Cofradías, el Primer Premio de Poesía convocado y organizado por dicha Hermandad. El premio fue para mi poema "Eram quod es, eris quod sum". Durante el acto tuvo lugar el Pregón a cargo de la historiadora Montserrat González García y el accésit del premio de poesía fue para la poeta italiana Estefanía Di Leo.
Después del acto, en el coqueto y cuidado Teatro Calderón, se celebró una Cena Literaria en el restaurante "Las Cabañas", donde una semana antes se había reunido el jurado para el fallo del premio. Tuve la inmensa fortuna de compartir mesa con los miembros del jurado del premio, charlando sobre poesía, sobre literatura en general y sobre lo divino y lo humano. El jurado de este año lo formaban: Antonio Colinas, José María Muñoz Quirós, José Pulido, Alfredo Pérez Alencart y José Ignacio González. Los dos poemas ganadores, más 15 poemas finalistas, aparecerán publicados en un libro conmemorativo de la edición de este año.


 (de izq. a dcha., José Pulido, Antonio Colinas, José Luis García Herrera, José María Muñoz Quirós y José Ignacio González)

sábado, 5 de enero de 2013

VACÍA LUZ, de José Manuel Soriano Degracia


    En ocasiones uno tiene la suerte, o la fortuna, de recibir una joya en forma de libro de poesía. A mí me ha sucedido con Vacía Luz, del poeta aragonés José Manuel Soriano Degracia. Le conocí hace ya algunos años, en Sant Andreu de la Barca, cuando vino a recoger el premio de poesía que convoca dicha población catalana. Ya entonces, en aquel primer encuentro, supe que estaba ante un joven poeta llamado a escribir grandes libros. Y creo, sinceramente, que no me equivoqué. Vacía Luz tiene la virtud de congregar entre sus páginas una poesía que nos conmueve y nos agita, que nos lleva a la reflexión y a la contemplación de todo lo que nos rodea con su dosis de desaliento y de esperanza.
   En el prólogo de Isaac Páez Catalán (a quien hay que agradecer que emplee, con acierto, la máxima de "lo bueno, cuando breve, dos veces bueno", pues expresa lo realmente significativo del libro sin recrearse en una especie de erudición vacía, como en la mayoría de ocasiones o prólogos innecesarios) alude a los aspectos de cierta línea contemplativa que lo acerca a un plano de la poesía oriental y, por otro, esa desnudez, esa luz en el vacío, donde el poeta libera sus sombras y plasma con rotundidad, el interior de toda (la suya y la de todos) condición humana. Desde ese hermetismo inicial en el cada uno vivimos, como el extranjero que recién pisa tierra extraña, el poeta se va abriendo camino a través de la memoria, o del olvido recuperado, para regresar, o comprender, al mundo que el poeta descubre tras ese regreso, o tras cerrar -con palabras de fuego y de óxido- la cancela del poema.
   Cada poema de este libro es un hallazgo. Los poemas se leen con cierto desasosiego y se releen con el placer de la sabiduria escondida entre líneas. Y, todos, sin excepción, invitan a una reflexión sobre la vida, sobre el paso del tiempo, sobre lo que somos, o fuimos, o deseamos ser o dimos en fracaso. La escritura en este libro, más allá de una huida, de una fractura, es un encuentro, o un reencuentro. Hay algo de salvación, como el nadador que busca conchas en el fondo del mar y agota la respiración hasta el último punto, hasta coger esa ansiada concha -la escritura del poema- y buscar la superficie con todo el ahínco para exhalar esa bocanada de aire que nos devuelve a la vida.
   Estamos, pues, ante un libro que nos abre un camino alrededor de la existencia, en ambos planos, como artífices de esta rueda que gira sobre nuestros actos y nuestra conciencia (de ser y de estar) y como espectadores de esta tragicomedia donde damos en vivir y escribir, cuando podemos y acontece.
   Os dejo uno de los poemas más significativo del libro, Promesas.

Promesas

Prometí volver a la playa de Dieppe
a ser otra vez el hueco
que cosió la sal en sus guijarros,
a sentirme tan minúsculo como un hombre
y tan infinito
como aquella puesta de sol
que encontré desgajada en los charcos.

Prometí volver a pasear
bajo la noria vacía,
bajo cada uno de los giros
que,
cercados al compás de un viento azul
liberaban al mundo
en la imaginación de mi viaje.

Lo prometí y así lo hago,
en este trozo de papel
donde desprendido de luz
todo recuerdo
se alumbra en las palabras