El pasado día 25 de octubre, en la localidad valenciana de Chiva, recibí el XXIII Premio "Germán Gaudisa" de poesía, dentro del marco de los Premios Otoño Villa de Chiva. Recibí el premio por mi libro El lento abandono de la luz en la sombra. Allí tuve la fortuna de conocer al gestor cultural, Francesc González, una persona volcada en el mundo de la cultura y apasionada en su labor de divulgación. También coincidí con dos miembros del jurado que, además de personas entrañables, son poetas de reconocido prestigio. Ellos son: Blas Muñoz Pizarro y Emilio Tadeo Blanco.
(Emilio Tadeo, José Luis García Herrera y Blas Muñoz) |
Fue un placer enorme poder asistir al acto de la entrega de premios y poder agradecer personalmente la concesión de este premio. La sala estaba llena y había gente de pie. Siempre es muy agradable sentirse felizmente acompañado y dirigir unas palabras a unas personas que han acudido a conocer y saludar a los ganadores de esta edición.
(José Luis García Herrera, dirigiéndose al público) |
Fue un acto donde, además del premio de poesía, se entregaron premios de Fotografía y de Escultura. La ganadora del premio de escultura fue Nerea Martínez Junquero, con su trabajo Yanne Ti Gometti, una hermosa escultura de una niña pensativa. Una auténtica obra de arte en todos los sentidos. Tanto en lo estético como en la manera en que fue confeccionada. Después del acto de entrega de los premios se inauguró la exposición de las esculturas presentadas a los premios.
(José Luis García Herrera y Nerea Martínez Junquero) |
Aquí os dejo el poema que leí durante el acto de la entrega de premios y que pertenece al libro El lento abandono de la luz en la sombra que será publicado por la editorial Denes de Valencia.
SOBRE EL PÁRAMO AGRESTE
Escribo para no morir. Ese es mi oficio.
Unir palabras sobre una estepa blanca
donde no caben las mentiras y la verdad duele
aunque cure todas las heridas que no he visto.
Hablo contra el viento para escuchar
todo lo que he escrito antes de que el día
fallezca entre las fauces de la noche.
Son palabras que queman en la piel
los días vividos en el majal de la rutina,
en el apeadero de los sueños rotos
y en la cantina de las promesas incumplidas.
En los amaneceres de la nada escribo
para no morir, para saberme hombre
entre las calles que nadie recorre
llamándome con la voz de los milagros.
Escribo para quien, un día, quizá lejano,
encuentre entre mis versos un ápice de esa vida
que he ido dejando -gotas de sangre o tinta-
sobre el páramo agreste de todos mis silencios.
El premio, en ocasiones, es conocer a gente como Blas, todo un ser humano en el sentido que se le quiera dar. Por cierto, creo que has estado por tierras soriano-segovianas, recogiendo otros premio. De haberlo sabido -paso alguna temporada en Riaza- me habría acercado a verte.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
profundo y vital. Gracias
ResponderEliminarA la hora de la muerte
se llega sin gran pasión;
a la hora de la vida
se llega sin compasión.
5/1/14 J.ll.folch