martes, 24 de septiembre de 2013

TERRITORIO PARA EL FUEGO, de Javier García Cellino

Tuve la oportunidad, y el placer, de conocer a Javier García Cellino en mi viaje a Langreo para recoger el premio de poesía "Mujeres silenciadas-Argentina Rubiera". Tuve la inmensa fortuna de disfrutar de su interesante charla, de su agudeza crítica, de su visión poética y de su hospitalidad. Como muy bien decíamos los dos (y estábamos plenamente de acuerdo) una parte muy importante de un premio reside en las personas que conoces durante el viaje y la estancia, en las vivencias que compartes y en las nuevas amistades con las que regresas. Javier es ya un amigo, una pieza entrañable en este rompecabezas que es el mundo y nuestro tránsito. Compartimos vino, amistad y poesía. Todo junto y en proporciones justas.

(Javier García Cellino)

Javier tuvo la gentileza de regalarme un par de libros suyos: Sonata para un abecedario y Territorio para el fuego, del que os voy a hablar a continuación. Javier me comentó que, en la actualidad, es con la poesía de este libro con la que se siente más afín, más identificado, más en consonancia con su visión de la vida y la manera de volcarla en un poema. Después de varias lecturas, he de reconocer que es un libro que impacta por la fuerza de sus imágenes, por la determinación sin imposturas de muchos de sus versos. Poesía esencial, poesía donde nada sobra y, sinceramente creo, nada falta. Si entendemos el fuego como elemento arrasador, que todo lo devora, podríamos acercarnos a la idea de que este territorio para el fuego, es una zona que, tras su paso, tras su reinado, terminará en cenizas. Quizá, así lo entiendo, es también una metáfora hacia ese final de camino que todo vivir, que toda vida, asume y, a su pesar, alcanza. Por esa razón, me atrevo afirmar, por la capacidad de sabiduría que da la vida, que Javier escribe los poemas con la perfección de quien conoce el territorio por el que se mueve y avanza. La noche, la lluvia, la sombra, los recuerdos, la desolación, el amor, el tiempo... son parte de ese paisaje que crece en el páramo de los poemas. Porque la sobriedad, la desnudez, el rigor, son patrimonio de esta visión certera y clarividente del poeta. Hay un trabajo enorme de elaboración del poema, de contención, de análisis. En ocasiones las palabras cierran los poemas con aristas afiladas. El poema cae sobre los ojos como un cuchillo que saja las tinieblas para que veamos la luz, para que seamos espectadores de ese fuego que devora todo cuanto fuimos, de ese lugar donde nos vela muerte y ya no estamos. Somos dueños de nada y, por contra, todo nos pertenece a través de las palabras.
Os dejo con el poema que da título al libro, Territorio para el fuego:

TERRITORIO PARA EL FUEGO

Cuando la sangre del poeta
se extingue, aparece la palabra.

Su forma es tan antigua
como el limo o la ceniza,
pero a la vez es piedra fundamental
porque ordena la materia,
fortalece la bóveda de los sueños,
hace perseverar la lámpara
de los enamorados.

Diáspora de la luz
la palabra permanece así junto al cuchillo
y su última debilidad,
el fuego.

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