Hace unos años, en el 2007, me solicitaron una poética para una revista. Escribí, en aquel entonces, la poética que os muestro a continuación. Navegando por los mares de internet he vuelto a toparme con ella. La he leído y, pese al tiempo transcurrido (quizá no mucho, quizá demasiado) continúo siendo fiel a lo que escribí en aquella ocasión. Nunca he sido muy amigo de poéticas -y más de la poesía, de lo que quedó escrito, leí e interpreté-, ni tampoco he creído demasiado en la teorías. Pero, en fin, esta es la reflexión que hice en su momento y considero que aún, todavía, es válida.
UNA QUASI POÉTICA
Un día, una tarde de verano, hará unos veinte años, cayó en mis manos un ejemplar del libro Historia del corazón, de Vicente Aleixandre. Descubrí entonces (lo que considero) la verdadera poesía, o la poesía como un ferviente cántico a nuestra condición humana (y por tanto afectiva), a nuestra calidad terrena (y mortal, a nuestro pesar), a la solidaridad con uno mismo y con los demás (especialmente con los demás) que nos ayuda no sólo a comprendernos —a comprender nuestra circunstancia vital— sino a formar parte de esta historia temporal que nos ha tocado vivir. La poesía trasciende (o debiera) a la anécdota y a la estética, supera (o debiera) toda trinchera de egoísmo y reivindica, desde el plano personal, la pluralidad. A través de una visión particular, sí, pero con afán de revelar los sentimientos profundos del ser humano e injertarlos en la sensibilidad de los demás, de todos aquellos que se acercan —o no— a la reflexión interior que ofrece el poema. El poema debe (y se le exige) rebasar las barreras del tiempo —siendo fiel a su época— y mantener un trasfondo vivo y vibrante que roce y despierte la fibra sensible —la humanidad, la conciencia— de quien lo lea, no importa dónde y cuándo.
No sé si el poema nos encuentra o lo buscamos. El poeta se enfrenta al papel con la necesidad de volcarse, con la fuerza y la entrega de una lucha, con el sufrimiento de quien nace y muere a un tiempo. Una lucha que no siempre encuentra su victoria. Y cuando ésta se produce, siempre nos queda la duda de si el poema nos encontró o le dimos alcance.
Hace un tiempo escribí estos versos que concentran en sí, creo, con ajustada precisión lo que considero, hasta la fecha de hoy, una “quasi” poética:
“El papel reclama el salitre de tus poemas, la contienda
que emprendes con las derrotas aprendidas, cómplice
de esta noria de los sentidos, sed de vida
que deshaces en tinta china hasta atragantarte.”
(José Luis García Herrera en Sant Andreu de la Barca)
ENHORABUENA POR EL XXVI Premio Joaquin Lobato
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