domingo, 14 de enero de 2018

HOTEL PENUMBRA, de Juan José Cuenca López

El poeta motrileño Juan José Cuenca López (1971) ha publicado recientemente, Hotel Penumbra, en la editorial Nazarí. Juan José, además de poeta, es narrador, dramaturgo, actor, bloguero y dinamizador cultural. Con anterioridad ha publicado los siguientes libros: Lluvia en los zapatos, La agonía de la pavesa, La mirada fingida, Cometa blanca sobre mar azul e Hijos de nadie.
 
                 (Juan José Cuenca y portada de Hotel Penumbra)
 
El libro viene acompañado de unas palabras preliminares, de unas reflexiones (bien traídas al libro, de gran calado y hondura) del escritor Francisco García Morón. A destacar las palabras (que ya han sido resaltadas en la contraportada del libro) que muestran algunas de las claves del libro: "En este poemario, tan autobiográfico como el resto de su poesía, Juan José Cuenca nos propone una voz poética interiorizada y distinta, aunque parezca la de siempre, porque a lo lago de nuestra vida, como forma falsa de identidad permanente, creemos ser los mismo de siempre." Y coincido plenamente con estas sabias palabras. Aunque parezca la misma de siempre, la voz de Juan José Cuenca está en pleno proceso de cambio, de mudanza hacia nuevas etapas o compromisos vitales. Rasgos, los de la mudanza, los del cambio, que son muy patentes en una gran parte de los poemas del libro.
 
El poemario consta de 70 poemas que se suceden sin interrupción, sin que estén agrupados en varias partes. Esta continuidad, este camino sin pausa, ya nos da una idea de trayectoria sin etapas, de determinación hacia un lugar fijado en el horizonte. Y, según vamos leyendo, tenemos cada vez más la certeza que este Hotel Penumbra no es un lugar físico, un lugar de permanencia. Es un lugar de tránsito, como la vida. En el fondo, este hotel es la vida, la ciudad, las calles que nos acogen y nos zarandean con la verdad de la miseria o la mentira de la eterna belleza.
 
El primer poema "La ciudad primaria" ya nos conduce hacia esa idea de cambio, de cambio en ambos sentidos, en el físico ("Pero es otra ciudad. Con otros rostros y otros sueños. /Lo sé. Lo Presiento.") y en el espiritual ("Busco donde quedarme un momento, saboreando/cada haz gélido de esta tierra desconocida.") Y, aunque el siguiente poema se titula "Llegada", se tiene siempre la impresión de que, como en un hotel, somos huéspedes, gente de paso, que nuestro momento es temporal, que esa "llegada" es tan sólo un paréntesis dentro del viaje.
 
Por otro lado, en esta aventura de vivir y de cruzar el largo pasillo de la vida (donde dan todas las puertas que se abren y se cierran) el poeta se embarca en la búsqueda de sí mismo, la búsqueda de las personas que viven en él y, también, la presencia de las personas amadas; más concretamente, la mujer amada a la que se aferra, en la que se sostiene, para no caer derrotado, para no fracasar en esta lucha constante por dar consigo mismo, por ser fiel al cuerpo que le habita y su destino.
En ese pasillo (en el deambular por la vida y sus calles) ha aprendido que todo ocupa su lugar y que, como transito hacia el olvido:
"El pasillo permanece mudo de luces y señas.
A él me encomiendo, para retrasar mi destino."

Y como siempre, el amor aparece como tabla de salvación. Un amor que necesita del contacto, del roce, de la pasión; que nace desde el deseo de posesión, desde "tu grito callado rezumando lascivia". Dos personas que se sienten "abandonadas y huérfanas y hambrientas/ pidiendo sitio a la carne." Un amor que, como todos los que se cultivan bajo la presión de la pasión, se escriben a fuerza de encuentros y desencuentros.
 
Hotel Penumbra está escrito con un lenguaje, en ocasiones, descarnado y lejano de esperanza, con imágenes de tremenda fuerza expresiva: "atesorando gritos en monedas de hojalata", "El café hierve proclamando/ burbuja en grito su amargura"; y con versos de una exigencia expresiva que requieren del lector una lectura atenta, minuciosa, para que nada escape de ese torrente pasional, entregado, que cruzan los poemas de Juan José Cuenca.

Como muy bien indica el profesor García Morón en las Palabras Preliminares del libro: "este poemario está escrito en una etapa vital del poeta en estado de vuelta en la vida... es natural que sea su poemario más pesimista: una etapa vital en la que se resienten o destruyen vínculos de amistad y de amor, de creencias individuales y colectivas que ya no son tan firmes o que ya no existen..."
Pero ese pesimismo, en el fondo, es la razón por la que el poeta emprende ese viaje metafórico a otra esa ciudad que, siendo la misma, necesita ser distinta. A esa necesidad que tiene el poeta de cambiar las claves de su existencia y de sus creencias. En ese viaje, en esa llegada al Hotel Penumbra, reside la esperanza del poeta, la prolongación de ese camino que es la vida. Pues como rezan los dos últimos versos del libro:
 
"Soy un jinete sin montura ni bridas.
No hay otro misterio." 

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