viernes, 22 de abril de 2011

EL LIBRO DE LOS ÁRBOLES, de Alicia Aza



Hace unos meses recibí, por gentileza de Alicia Aza, su autora, un ejemplar de El libro de los árboles, un poemario publicado en la prestigiosa colección Ánfora Nova que dirige el poeta José María Molina Caballero. Este libro fue distinguido como finalista en el premio Andalucía de la Crítica 2011.

Este es el primer libro de poesía de Alicia Aza, abogada de profesión, que muestra una voz poética en nada primeriza, todo lo contrario. Una voz, una poesía, un decir, que transmite madurez, rigor, dominio de la palabra poética y una extremada sensibilidad a la hora de plasmar los temas que abordan sus poemas. Pero que no se quede el lector con la idea de que el árbol es la materia primordial de este libro. El árbol, como materia poética, como expresión física de la vida (lo visible, lo invisible y sus ramificaciones) es la razón visual de los poemas, pero el árbol es la esencia metafórica de lo que nos brinda la vida, o lo que la vida esconde, pues todo dependerá de lo que logremos extraerle a la savia de la vida.

Como dice el poeta Manuel Gahete en el prólogo del libro, Alicia Aza, en esta su primera entrega poética: "El poeta se convierte en un creador de imágenes, en cazador de sueños, en traductor de emociones. Su capacidad de interpretar el mundo excede de los argumentos racionales para sumergirse en una dimensión ignota que no conoce límites." La poeta nos abre espacios desconocidos, nos lleva por caminos poco transitados, nos descubre facetas de la naturaleza vegetal que hallan refejo en la condición humana.

El libro está dividido en tres partes: "Los árboles que nos habitan", "Devociones en los humedales sombríos" y "Bajo las ramas de la memoria". En el primero de ellos, a través de la esencia de los árboles, de su aparente libertad y de su fragilidad escondida en su longeva robustez, la autora plasma una alegoría con la realidad humana. Estamos y vivimos aferrados a la tierra y, pese a lo alto que logremos levantar el vuelo, volveremos a ser parte de la tierra. Pese a nuestros deseos de libertad, seremos leña del árbol caído.

En la segunda parte, el yo surge del tronco embrionario para fundirse en esa mayoría necesaria que establece la existencia y la convivencia. La vida, en todos los órdenes, forma parte de minúsculas individualidades que conforman un todo coral y, a la vez, único. Somos parte de un todo sin el cuál nada tendría sentido. El árbol florece gracias a su fuerza interior y gracias a otros componentes ajenos, y necesarios, que nutren su vigor, confianza y autoestima.

La tercera, "Bajo las ramas de la memoria", indaga en la restrospección desde los postulados de una soledad que nos empuja a hacer ejercicio de análisis y memoria de lo que fuimos, quienes somos y quien seremos cuando volvemos a reencontrarnos con nosotros mismos después de una ardua travesía por el desierto.

Así, por tanto, ante El libro de los árboles, nos hallamos frente a una propuesta innovadora, reflexiva, de hondo calado en sus imágenes trascendestes y en lo metafórico. Una poesía comprometida con la esencia y devenir del ser humano a través de los árboles como plasmación de esa diversidad, de esa ramificación frondosa, en la que los hombres convergemos - y divergemos- para armonizar y comprender las raíces de la condición humana.

Para plasmar la riqueza poética de este libro, os presento dos poemas breves (en continente, que no en contenido) de El libro de los árboles:


HUMEDAL DEL SILENCIO

(Últimos recuerdos de Jacqueline Lamba)


A los dos peces que hablan de tristeza

les han quitado los ojos helados

y en sus huecos dibujos los espejos

que transforman mi cóncava existencia.


Los suturo con mi lengua a mordiscos

y grito: ¿dónde fue André Bretón?

Pasea la reina en su doliente corte

y el pescador con su sedal se acalla.


Cuatro ojos discriminan el silencio.


EL SABOR DE LA DISTANCIA

Si sostienes esta carta en tus manos,

sabrás que una muerta te explicando aquí su vida.

..........................................Stefan Sweig


Por la mañana hablo con vecinos,

pero sólo de vez en cuando

me pregunto por qué te has ido.


Pero ahora que te sabes ausente

es cuando te siento más mío.

No habré de saber el motivo.


Leo la correspondencia que me entregan

ya no hay nada tuyo en mis manos.

Llega la noche silenciosa.


Y aunque lo demás es rauda distancia

las omisiones te aproximan

y el cartero se ha liberado.


Alicia Aza

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