El pasado mes de junio tuve la oportunidad de visitar por vez primera la Feria del Libro de Madrid. Fui para presentar, con otros compañeros, la antología poética Xarnegos/Charnegos. Como es imposible ir a una feria del libro sin comprar libros, regresé a Barcelona con unos cuantos en mi mochila, con más peso, con más palabras para disfrutar de la lectura y con más amigos.
Uno de los libros que hizo conmigo el viaje de regreso fue Viaje al alba (valga la redundancia) del poeta y editor de Sial Basilio Rodríguez Cañada. Un libro con el que me siento muy afín, pues creo que Basilio y yo tenemos una manera muy cercana a la hora de construir la esencia del poema, de desarrollar el ritmo del verso y de plasmar la simbología de las imágenes. Poemas escritos desde la serenidad de quien ha asimilado las maravillas del lugar y evoca, desde la admiración por la vida y lo vivido, aquellas pequeñas cosas que hacen que la estancia en cualquier rincón del mundo sea una experiencia inolvidable.
Porque la poesía de Basilio Rodríguez Cañada no se queda únicamente en el reflejo del paisaje (montañas, ríos, edificios, avenidas...) si no que las personas que habitan y viven allí, las personas que le acogen, que caminan a su lado, que le explican, adquieren una relevancia más importante, si cabe, que la propia geografía de los lugares recorridos en esos viajes rememorados al alba, ya sea desde el hogar o desde el aeropuerto, con la vista puesta en lo que quedó atrás. Pero también, o casi exclusivamente, es un viaje por la vida y un homenaje a todos aquellos (amigos lejanos, amigos cercanos, mujer, hijos...) que comparten con el poeta la aventura del camino por la vida, celebrando en cada verso esa alegría de tenerles cerca y la nostalgia de tenerles lejos.
El verso de Basilio es reflexivo y de lectura pausada, con preguntas de difícil respuesta pero necesarias para comprender el sentido del viaje. Porque su poesía es una constante reflexión sobre la vida, sobre sus milagros y, sobre todo, sobre sus misterios. Su poesía nos invita a entrar en un doble viaje, el físico (la tierra que pisamos, sea cual sea el lugar) y el espiritual (ese lugar que viene siempre con nosotros y donde todo viaje deja una huella diferente).
Os dejo un poema de Basilio para que podáis conocer, aunque sea sólo una pincelada, su poesía.
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ANOCHECER EN MALABO
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El sol y la luna se encuentran
para fundirse y crear
un nuevo astro, sólido
brillante, anaranjado
y solitario, sobre los tejados
de chapa oxidada,
que coronan las viejas
construcciones coloniales
que combaten su ruina
con llamativos colores:
cremas, rosados, amarillos,
verdes o asalmonados.
El centellear de las luces
que señalan Punta Europa,
sobre sus altas torres vigía,
delimitan el espacio
terrestre, marítimo y aéreo
que sólo pueden traspasar
los hijos del poder blanco,
aquellos que arrancan a las entrañas
de la tierra su codiciada savia negra.
Las palmeras, raquíticas,
despobladas -puro esqueleto
de árbol- ceden en altura
y robustez ante postes
de antenas y torres
de parabólicas señales.
Anacrónica ciudad,
endeble escenario
para viajeros soñadores
y aventureros trasnochados.
Cuando la suerte pende
de un hilo fino y quebradizo
a buen seguro perderemos
la firmeza de nuestras convicciones.
¡Quién pudiera haberte conocido
en ancestrales tiempos
de hallazgos y leyendas!
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Basilio Rodríguez Cañada
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