El pasado jueves 11 de septiembre fui invitado por el Ateneo de Motril para ofrecer un recital sobre mi poesía en el edificio, tan emblemático para muchos motrileños, de la Escuela de Artes y Oficios - Palacio Ventura.
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El acto fue presentado por la poetisa, y vocal de Poesía del Ateneo, Anunciatta Vinuesa. Ella supo, con un discurso plagado de imágenes otoñales y de lirismo, abrir el curso de los actos del Ateneo para la edición del 2014-15. Después, mi admirado y querido amigo Jesús Cabezas, amén de médico de profesión y de excelente poeta, expuso una cálida presentación sobre mi poesía y mi obra al numeroso público que se congregó en la sala de actos de la Escuela de Artes y Oficios.
Jesús Cabezas y José Luis García Herrera |
En mi recital, titulado "La vida: viaje de viajes", hice un repaso sobre mi obra poética, intentando centrar el hilo conductor de los poemas sobre algunos de los viajes realizados -que sirvieron de fuente de inspiración-, sobre el paso del tiempo, el paso de la vida, la vida como gran camino de este gran viaje y el oficio de escritor como notario del tiempo que le tocó vivir.
José Luis García Herrera en uno de los momentos de su recital |
El acto contó con el colofón final por parte de los poetas Ángel Pacheco y Antonio Fernández Ferrer, que nos deleitaron con la interpretación del tema "Cavatina" de Stanley Myers. Fue una tarde inolvidable, acompañado de mi familia y de un numeroso grupo de poetas motrileños. Tuve la inmensa fortuna de contar con la presencia del poeta Antonio Carvajal. Todo un honor que me enorgullece.
Anunciatta Vinuesa, Ángel Pacheco, Jesús Cabezas, José Lupiáñez, José Luis García Herrera, Antonio Carvajal, Antonio Fernández Ferrer y Fidel Delgado |
Finalizo esta crónica con uno de los poemas que leí durante el recital. El poema titulado TRISTEZA, que pertenece a mi libro Spelugges, publicado el año 2002 por la editorial Alhulia, de Salobreña.
TRISTEZA
a José, el zarreta
Con
la caída lenta de la noche
el
arcángel ceniciento de los trenes
recorrió
tierras pardas y secas
-y
valles descalzos-
portando
la mala nueva de un adiós trágico,
nombrándonos
la muerte del abuelo.
Dura
visión es amanecer con el llanto de la madre,
rojo
y sobrado de acíbar,
intenso
como el descalabro del corazón
sobre
los abismos del recuerdo; inmenso
como
la distancia que las lágrimas recorren
para
rendir el último tributo.
Amaneció
lloviendo.
Cadenas
de agua turbia cruzaban mis mejillas
mientras
en la alcoba, cerrada la puerta,
el
luto vertía sus sombras descarnadas
y
una voz rota amasaba los ayes de la pena.
Mi
edad era un pequeñísimo mordisco de manzana...
pero
ya mi boca preguntaba por la raíz del dolor,
por
la sangre encendida
que
teñía de fuego las ventanas del mundo.
Amanecer
con tristeza es morirte de pronto,
buscarte
en el ocaso y no hallarte presente,
sin
luz en la garganta para izar los gritos.
Una
carta del sur nos hurtó
el
azúcar de los días antiguos.
Desperté
con
la lluvia de un país sin sol,
con
la grave noticia de la muerte:
volcán
de tristeza
que
no entendí hasta rozar el luto
que
mi madre vestía por mi abuelo.
Bien, ha merecido la pena ese "viaje" (a Motril, a la vida, a los amigos). Por ti, y porque nos permite reencontrarte por el bloguerío, con esos acordes decantados en forma de verso que solemos llamar poesía. Abrazos, siempre
ResponderEliminarEstimado amigo Amando: aunque no te haya dicho nada, sigo de cerca tus éxitos y tus "viajes". El gran viaje es la vida, la poesía es el ritmo de nuestros pasos. Un abrazo.
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