Ayer tarde, en la sala de actos de la Casa de Cultura de Abrera, y acompañado a la guitarra por el profesor de Música Fernando García, llevé a cabo el recital-homenaje a Miguel Hernández en conmemoración del centenario de su nacimiento.
Quisiera aprovechar este espacio para agradecerle a todo el público que nos acompañó los calurosos aplausos recibidos y agradecer, también, a todo el equipo de la biblioteca Josep Roca i Bros de Abrera y Nuria Ojalvo la directora, todo el apoyo que nos han dado; y a la Regidoria de Cultura y a la Fundación Miguel Hernández el soporte en la realización de la misma.
Un acto entrañable en el que pudimos brindar un merecido homenaje a un poeta que, por las razones irracionales de toda guerra, no pudo recibirlos en vida. Intenté, con todo el corazón, transmitir toda la fuerza humana de su poesía y, sentí, con la piel de gallina, como esa poesía iba calando en la admiración del público. Sensaciones inolvidables que rememoro al releer los versos de "Elegía Primera", "Canción del esposo soldado", "Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío" o "Nanas de la cebolla". Y más feliz me sentí, cuando al finalizar el recital, nos pidieron un bis. Cerramos el acto recitando "Aceituneros". Pero lo más emocionante fue, cuando recitaba el poema, escuchar el murmullo de fondo de varias personas asistentes recitando el poema conmigo.
Escribí un poema para darle mi pequeño tributo a Miguel Hernández durante la lectura. Os dejo un pequeño fragmento de los primeros versos:
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EL HERIDO
A Miguel Hernández, in memoriam
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No sabrán morir los jóvenes soldados
sin abrirse el pecho con tus versos,
con la sangre boca arriba,
ésa que huele a mar entre tus manos: sangre
de tantísimos heridos que perdieron la guerra.
La misma guerra, la vida misma, que tús has perdido.
Tú, Miguel, el más herido, el único que conforta
nuestro ánimo en noches de bodega y trinchera...
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