La última entrega poética de José María Molina Caballero (Rute, 1961) se titula Los signos de la memoria, publicado en los Cuadernos de Sandua, colección que dirige Antonio Rodríguez Jiménez y editada por Cajasur. Molina Caballero, amén de poeta y narrador, dirige la revista "Ánfora Nova", una de las revistas más prestigiosas en lengua española y la colección de poesía del mismo nombre. Ha publicado varios libros de poesía donde cabría destacar títulos tan importantes como Convidados de piedra, Un naufragio cualquiera y La simetría del sueño. En Los signos de la memoria el poeta indaga en esos mundos propios que se funden en los paisajes interiores de la memoria. Con tono reflexivo, con la evocación de las vivencias a través de imágenes que van creando una elipse alrededor del lector, los poemas nos sumergen en paisajes reales, próximos y cercanos o, como en un salto en el espacio y en el tiempo, nos conducen a geografías que sobrecogen el corazón y encienden la sangre. Su poesía despliega un hondo humanismo, ofreciendo retratos de una nostalgia apetecible, de una sensación confortable de que la vida está entre sus versos, que la vida acude a nutrirse de vida en el río de las palabras. Poque cada poema es una interpelación a la vida, a su belleza, a sus misterios, a sus sinrazones e injusticias pues, como el hombre, nada es perfecto. Dividido en dos partes bien diferenciadas, La memoria inmóvil y La memoria habitada. En la primera, el poeta reflexiona y explora la vida desde sus propios pensamientos. En la segunda, son los viajes (los físicos, los interiores) los que van escribiendo las vivencias del poeta en ese trayecto que cubrimos con los ojos abiertos y las manos cerradas sosteniendo otras manos que, quizá aún más, nos sostienen.
De este libro dejo aquí el poema Itinerario último, que José María me dedica y que yo, públicamente, le agradezco con toda la amistad que hay en su gesto.
ITINERARIO ÚLTIMO
(Suntuosa muerte)
I
Si del cielo nace tu estirpe
por qué ha de venir la muerte
con manto de ceniza,
para romper en mil pedazos
tu cuerpo desgastado por los años
de frío y de viento. Por qué el fuego
de la vida ha de apagarse
en un abismo traicionero
que no respeta leyes ni fronteras.
Tu levedad se pierde para siempre
tras el horizonte que día a día
se te ofrece, y el sello que rubrican
cada uno de tus rezos y palabras.
Los deseos acaban donde el susurro
transmite sus ecos. Nadie te dijo
que tu voz habría de rendirse
al humillante sendero de la existencia.
Nadie te advirtió del ufano mundo
que estalla y se renueva.
Quisieras saber de la muerte y su llegada;
de las horas en que las flores
se marchitan, y las calaveras se tornan
en desnudos misterios repletos de ajuares.
Quisieras saber del tacto invisible
de tus manos, de la fragancia
de tus sueños de pájaro
manatial de placeres terrenales.
II
Hoy quisieras exprimir las lágrimas
de tus sueños y doblegar verdades
que te circundan. En la noche
amarrarás tus pesadillas
y tabicarás con losas de fuego
la ventana envenenada que nutre
el espectro de tus ojos y sangre.
No puedes ser el hombre
de la tierra que con la tierra llora.
Mira tus manos de arce,
tus cabellos de alondra,
preciadas túnicas con esmeraldas.
Tú no puedes cavar en las pupilas
la piel que no tienes ni reconoces.
Tú, Hijo del Cielo, sólo navegas
en el río de la vida que transitas
día a día, esperando el otro mundo
donde la lluvia traspasa la carne
con la lentitud de la seda,
y las espadas no desangran,
y el viento no arrecia, embravecido,
contra los campos y la vida.
Cierra las ventanas que perturban tus sueños
y trastornan el rumbo de la tierra.
José María Molina Caballero
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Un placer encontrar en la blogosfera un poeta tan bueno. Te enlazo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Amigo Felipe: Molina Caballero es muy buen poeta, fiel a una manera de escribir, ajeno a cantos de sirena, con una poética humanística que hermana al hombre con la tierra.
ResponderEliminarUn abrazo,
Josñe Luis